PHILIP GLASS (Estados Unidos: 1937-)
Estreno: 1.I.2012 ( Linz, Austria / Bruckner Orchester Linz / Dennis Russell Davies)
I. Movimiento I
II. Movimiento II
III. Movimiento III
Duración aproximada: 51´
VG: 6
Discografía:
CD: Bruckner Orchester Linz, Dennis Russell Davies (Orange Mountain)
Otras sinfonías del autor:
- Sinfonía 1
- Sinfonía 2
- Sinfonía 3
- Sinfonía 4
- Sinfonía 5
- Sinfonía 6
- Sinfonía 7
- Sinfonía 8
- Sinfonía 10
Comentario: No me gusta Philip Glass. Puedo tolerarlo gracias a las puestas en escena de su música para teatro o sus bandas sonoras para cine (premio Óscar mediante), pero su música puramente sinfónica o instrumental me ha parecido una suerte de receta, a veces efectiva y otras, no tanto. Mantenía esta opinión cuando estaba oyendo sus diez sinfonías (y a la espera de su obra 11 en este género). Realmente interesantes sus primeros intentos en el género, perturbadores incluso. Eso es bueno. Después baja la calidad con una retórica difícilmente digerible, con sus obras por encargo, sus coros y solistas que no dicen mucho la verdad...
Entonces empiezo a oír esta Novena y mi impresión a los cuatro minutos es que estaba oyendo una absoluta obra maestra. Las eternidades y reiteraciones ya no venían de la receta minimalista, sino que acá aparecen surgidas del más profundo Schubert. En cierto modo, Glass pareciera estar deconstruyendo el gran Quinteto en do del maestro austríaco. Sin duda, los ecos de Schubert llegan a esta música de un modo emocionalmente sobrecogedor. Pero también está la Novena de Mahler y todo esto matizado por la inclusión maestra de la percusión. ¿Un Schubert con componentes étnicos? Sí, pero más que eso...
El primer movimiento se abre de modo casi convencionalmente glassiano, con una cuerda a intervalos y los trombones asomándose como si se tratara de Muerte y Transfiguración de Richard Strauss. Al minuto y medio, aparecen Schubert y Mahler. Maravilloso efecto melódico en maderas. La música comienza a ganar dinámica y sobreviene la intervención perturbadora y maestra de la percusión y sus modos étnicos venidos de América Central. La ambigüedad entre angustiosa insistencia y catártica liberación expresada rabiosamente es increíble. Oímos el tambor casi como salido de la Leningrado de Shostakovich y asoma el milagro... la orquesta queda pegada reiterando su mantra y uno a borde del asiento porque presiente que viene algo dramático e indecible... y el asunto es que eso llega. En una primera audición uno solamente tiende a dejarse llevar sin desear que esto se detenga. Pura tensión que nos carcome emocionalmente. Después el asunto comienza a calmarse para terminar nuevamente, citando a Shostakovich y su increíble final de la Cuarta sinfonía.
El segundo movimiento es de una belleza casi irreal. La melodía del inicio pareciera ser música fácil, pero en realidad, ahora sí de modo evidente, es la casi deconstrucción del bellísimo adagio del Quinteto en do de Schubert. Para quienes amamos la obra del austríaco, es un momento de absoluto arrobamiento. Tras terminar la sinfonía, creo que volví a oír esto unas cinco veces seguidas. Belleza a un centímetro de ser edulcorada, pero no. Esto es de una sinceridad desarmante. Más todavía cuando sobreviene la sección central nuevamente con percusión y metales desatados. Insistencia casi desesperada y violenta. Creo que jamás los gritos habían tomado una forma musical tan elocuente y devastadoramente hermosa. A los 9:40, una cesura que recuerda las pausas brucknreianas abre paso a una secuencia de melancolía mahleriana. Las campanas del final entonces llegan para avisar que esto se extingue.
El mismo esquema del primer movimiento pareciera repetirse en el tercero, pero está bien... en los tumultos de metales y percusión advertimos una bella y dolorosa melodía coral en maderas luchando por hacerse oír casi petterssonianamente. Sin duda, en los 9:40, está el gran clímax de la Novena de Mahler y de la Novena de Bruckner... y no desmerece al lado de estos monumentos, porque sobreviene una de las codas más bellas que haya oído. Mahler y su Novena sinfonía, Shostakovich y su Cuarta Sinfonía (nuevamente) nos indicaron el camino a la pregunta sin respuesta de Ives. Glass toma el testimonio y nos dice que la respuesta es polvo, sombra y nada. Música de la absoluta desolación.
No me extrañaría que esta obra sea considerada una de las obras maestras del siglo XXI...
Les dejo la Novena de Philip Glass desde Youtube.